TIGRE Y TIBURÓN

Rodrigo Javier Martínez, 05-09-2017
En Victoria el "hijo e' Tigre" no estaría aplicando en estos últimos tiempos. El debút de Vélez en la Super Liga dejó algo bien en claro: El Fortín le tira las medias al Matador y adentro los tres puntos. A pesar del comienzo avasallante y con autoridad de los dirigidos por Caruso, Vélez supo aguantar el embate local con algunas fragilidades defensivas. Más por falta de pericia propia, que por mérito fortinero, Tigre no supo aprovechar los primeros 15 minutos y Vélez pudo emparejar el trámite para llevarlo al plano de la lucha. Con el correr de los minutos Tigre se diluyó en sus propias miserias y nuestro cuadro tomó las riendas para ser protagonista sobre el final del primer tiempo. En el segundo tiempo entramos a vivir un sueño, uno de esos que solíamos ver con el Gareca, con Bielsa, con Bianchi, incluso con el gran futbol del Vélez de Piazza. De la mano del Monito Vargas nuestro fortín fue una sinfónica y lapidó al loca con 3 goles de alta factura. El primero de estirpe europea con el centro de Vargas y la estirada de Romero, el segundo con los tres dedos de Diaz y el cabezazo de Andrada y el tercero... ¿que decir del tercero? La claridad del juego para que el Mono reciba, piense, Romero meta la diagonal y Vargas habilite, con caño incluido, al fusilamiento de Maxi que cruzado arriba marcó el tercero. Pudieron ser más pero alcanzaron esos tres para llenar al hincha velezano de fe y esperanza de cara a un campeonato donde la consigna es sacar puntos y escaparle al fondo de la tabla brava.
Pero como el tiempo es tirano, y el trabajo esclavo, también se nos juntó la Copa Argentina, donde no fue un Tigre, sino un Tiburón, la nueva víctima de la Aplanadora de Liniers. Más allá del exceso de confianza, este Vélez debe mejorar muchas cosas y siempre es bueno hacerlo en la victoria. Ayer en Sarandí, en una cancha imposible, Vélez cerró un buen primero tiempo donde con inteligencia supo abrir la cancha y crear varios circuitos de juego. De la mano de Caseres para abrir buscando los laterales y las subidas de Vargas por izquierda y Diaz por derecha, nuestro querido Fortín contó con varias situaciones de gol, incluso algunas muy claras que murieron en la falta de precisión de un Cristaldo muy lento y falto de fútbol. Para el complemento se dio vuelta la tortilla. Perazzo supo ver el partido y tomó medidas adelantando al equipo 20 metros para presionar en la salida apretando a los centrales y laterales. Además de sacar al ex jugador Somoza, volcó a Gonzalez sobre Perez Acuña y Vélez no pudo manejar el descalabro creado por los movimientos tácticos del rival. Vélez perdió el rumbo y la pelota. El ingreso de Domínguez no alteró la estrategia pero si lo hicieron los ingresos de Delgadillo y, principalmente, Romero que entraron muy metidos. Cuando los penales parecían un alivio, gracias al dominio marplatense, Grillo despejó una pelota a la nada, Romero la corrió para anticiparse al defensor que cerraba, la rescató, sacó al defensor con una clara falta y habilitó a un Andrada siempre bien ubicado para meter el gol de la victoria. Quedarían varios minutos para el infarto donde Rigamonti se convirtió en figura tapando un cabezazo imposible. Pase a octavos y a esperar a Huracán, con toda la carga emotiva que ello representa y para buscar los cuartos en una Copa realmente competitiva.
No somos el Vélez sombrío de ediciones anteriores, pero tampoco el Barcelona con una V azulada en el pecho. Pero mejorar errores y potenciar virtudes en la victoria es mejor que revolver mierda en la derrota. Demasiadas cosas para mejorar, pero con la calma que te da el pase a siguiente ronda y tres puntos vitales contra Tigre. El viernes el decano tucumano, una buena medida para saber donde se está realmente parado y Huracán, vaya a saber donde, para que arda Troya y rememorar viejas épocas de pelotas escondidas. En el medio nosotros, alentando y alentando sin parar con esperanzas renovadas y el alma a flor de piel.
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