UNA DE FELLINI

Rodrigo Javier Martínez, 15-02-2016
Este Vélez podría, tranquilamente, ser el protagonista de una película del recordado Federico Fellini. Una mueca graciosa que esconde una tragedia llena de dolor y sufrimiento. Una sátira desmedida de lo normal, un guiño irónico a un momento de tensión extremo.
A pesar de un inicio con algunas pocas imprecisiones, Vélez encontró ese esquema de presión que Bassedas tanto busca y luego de un pequeño asedio, tras un córner de Toledo peinado por Cubero y definido a la red por Nasuti, la cancha desahogaba tanta ansiedad con un grito de gol desesperado. Olimpo no iba a cambiar su esquema y Vélez dominaría toda la primera mitad con una incontable cantidad de situaciones que no supo definir. El palo a Pavone, un cabezazo de Cubero, un tiro de media distancia de Coco eran indicadores que el segundo era merecido. Pero la película iba a tomar un giro inesperado cuando en una jugada aislada tras un centro por la izquierda, Aguerre cometería un error gravísimo al dejar escurrir la pelota entre sus manos y dejársela servida a Acuña para un empate que ni el esperaba. El visitante empataba sin haber pateado al arco y Vélez sentiría el golpe.
Tanto lo sintió que el segundo tiempo no tuvo nada que ver con el primero. Olimpo dejó su pasividad y ante la apatía velezana, remontó su juego y se envalentonó. Lo poco que era Vélez, sostenido en un buen partido de Somoza y un heroico juego de Pavone, se estrellaba con una defensa de Olimpo que salía rápido y se animaba a ganar el partido. Palo a palo, los pelotazos se dirigían a un Pavone aislado, abandonado por Correa, de buen primer tiempo, por el inexistente Asad y por Toledo que se ahogaba en jugadas individuales y egoístas. Los rumores crecían, los fantasmas acechaban y esa sonrisa, esa alegría ya era temor, agarrarse la cabeza, pensar en el empate, inclusive en una derrota cuando Aguerre, con vergüenza deportiva después de su grosero error, tapaba un terrible mano a mano que era la victoria de los de Bahía Blanca. Pero el ingreso de Delgadillo y el cambio de banda de Toledo le dio otro aire a Vélez y Olimpo, se sintió visitante, y dejó un poco la manija aunque el Fortín no hacía pie. Aunque, por un día, no hubo finales trágicos. Toledo metió una de esas corridas histéricas y entendió que el pase final servía más que un quiebre o una bicicleta y lo dejó solo al recién ingresado Romero que, con su carga emotiva a cuestas, definió al otro palo con calidad y con sufrimiento, cuando no, la pelota cacheteada por el arquero, entró con una mueca socarrona y si el primer grito fue agobiante, este fue arrollador, casi un grito de libertad y desesperación. Vélez ganaba cuando las sombras nos envolvían.
Los minutos finales fueron terribles. Olimpo, aun con uno menos, fue y tuvo un tiro libre entre otras cargas que sometieron a un Vélez que no podía tener la pelota en esas piernas nerviosas que sabían de la necesidad de puntos.
El pitido final de Lunatti fue un palazo. Un estallido de emoción de una popular colmada que nunca dejó de alentar, aún en los momentos más difíciles.
Nadie esperaba más que esto, todos sabían de las limitaciones. Coco estuvo a cuenta gotas. Asad ya dio claras muestras que la primera le queda grande o él, en su soberbia, es demasiado jugador para Vélez, nunca lo sabremos. Toledo es muy chico y aún tiene mucho por recorrer en las lagunas en las que cae o las malas decisiones que toma. Cufré no tuvo un gran partido aunque dudo que esa sea su posición y Aguerre cometió otro error más para cargar en esos guantes que aún deben demostrar para ganar la titularidad. Pérez tuvo sus idas y vueltas, la dupla central y el ingreso de Pérez Acuña no desentonaron, pero el problema es el medio donde Somoza no pudo solo aunque tuvo un buen partido. Los laureles se los lleva Pavone con una entrega emotiva y un incansable labor de esclavo para crear sus propias jugadas o luchar por sus compañeros.
Vélez es esto. Sufrir y sonreír, una película de Fellini donde el protagonista es víctima de sus propias miserias y héroe en el barro.
00205 7171319c15