Cerca del 12 de Octubre, Día del Respeto a la Diversidad Cultural, Vélez buscaba descubrir su nuevo mundo ante Colón, toda una referencia para un momento clave en la historia de Vélez. Luego de dos semanas de infinitas idas y vueltas, el Fortín debutaba al mando de Omar De Felippe, ante el duro team santafesino que llegaba al Amalfitani con un buen recorrido en el Torneo, que buscaba, con nombres conocidos, dar vuelta el destino de este equipo golpeado.
La lluvia, el día gris, lo denso de un día cargado de tensiones no era un buen augurio, pero la gente, a pesar de las inclemencias del tiempo alentó a todo momento, como sabiendo que este nuevo capítulo necesitaba de otra energía. Y la gente no se confundió, porque desde el vamos el equipo mostraba cambios. Un equipo más corto, más compacto, quizás dejando algunas libertades al rival a las espaldas del 5 propio, pero férreo a la hora de marcar y rápido a la hora de salir. Se notaba que el equipo tenía en claro algunos aspectos básicos como ser la subida de los laterales combinando con los mediocampistas. También se notaron las diagonales de Romero para mostrar como opción a las limitaciones de "Rabona" Grillo y el trabajo de Tito Canteros fue excelente como lanzador buscando las espaldas de dos laterales sabaleros que no sabían si atacar o defender y aunque un poco faltos de profundidad, Vélez era más que el rival. Pero de penas vive este presente y a falta de nada para terminar el primer tiempo Iván Torres cayó en el lugar común de "jugada de otro partido" para poner el 1 a 0 con un zapatazo increíble que se coló en el ángulo de Assman. Inmerecido, letal para nuestras almas, desesperante para nuestras aspiraciones.
Pero hubo otro punto a resaltar, con tanto golpe, la gente no perdió la calma y tampoco lo hizo el equipo. Con el mismo libro Vélez salió a jugar el segundo tiempo, sin alteraciones, sin desmanes, con la misma directiva, trabajar el partido. Y no tardó en llegar el empate con la pared entre dos de las figuras, Zabala y Caire, donde el segundo con un centro a la cabeza, buscó la cabeza de un Barcos que no perdonó a Brown.
A partir del empate el partido se convirtió en un monopolio fortinero cuya única debilidad radicaba en el horroroso partido de un Díaz que nunca se pudo hacer cargo del partido, todo lo contrario a Zabala que seguía siendo punzante por la banda. Pero desde el banco hubo señales y el ingreso de Alvarenga terminó de romper la burda línea sabalera convirtiéndose en una pesadilla para el lateral izquierdo. En solo unos pocos minutos Alvarenga había desbordado todo lo que no había podido desequilibrar Díaz y tras un centro pasado que Durán no llegó a conectar, la pelota le quedo al Sodero Zabala, que tranquilo, fusiló al arquero rival y puso la ventaja final. Vélez respiraba y el equipo demostraba actitud, la misma que demostró Assman, en una inentendible corrida de un ligerito sabalero, para tapar un mano a mano heroico como única respuesta de los santafesinos después del gol pero que alarman fallas para pulir, como el retroceso en un momento donde la firmeza primaba sobre la búsqueda del tercer gol.
En medio de los apuros rojinegros y el aguantar fortinero, Espinoza marcó el final, y un grupo de puños apretados se alzaron al celeste y caluroso cielo, con la voz ronca y los ojos mojados, con el alma en las palmas de las manos y el corazón saliendo del pecho. Vélez empezó el descubrir de un nuevo mundo, justo contra Colón, justo en Octubre, justo cuando más lo necesitaba, en un día gris que se volvió claro y sin sombras. Vélez empezó a pelear por un nuevo horizonte, por su nuevo, y viejo conocido, mundo.
Foto: Télam
UN NUEVO HORIZONTE
Rodrigo Javier Martínez, 17-10-2016
