Entre el cielo y el infierno
Una de cal y una de arena. La eterna lucha entre el bien y el mal. El ying y el yang. La eterna dicotomía argenta. El maniqueísmo de la bondad y la maldad. Mil frases hechas para describir los últimos dos partidos de Vélez y la que más me cerró fue la que da título a la nota donde el paraíso, aquel lugar imaginario que nos es tan esquivo, choca con la figura del averno.
Nos había quedado en el tintero la reseña del partido contra Rafaela donde Vélez tocó el cielo con las manos, al menos por una semana. Una fecha llena de resultados a favor, un arbitraje bueno y la victoria ante un rival directo. Aunque no todo fue bueno, ya que en el primer tiempo Vélez nunca encontró la vuelta al partido y solo llegó al arco rival en tiempo de descuento con una clara de Pavone, el resto fue la nada misma. El comienzo del segundo tiempo fue una ráfaga donde Vélez acorraló a la visita y se encontró con una diferencia de dos a favor tras un cabezazo de Nasutti y una gran jugada individual de Pavone. A partir de ese momento nuestro Fortín se dedicó a esperar y hasta pudo liquidarlo pero Rafaela fue a buscar, porque la necesidad tiene cara de hereje, y convirtió a Assman en figura aunque de poco sirvió porque el resultado no se iba a mover. A lo arriba mencionado también se sumo el volver a hacer dos goles y la valla invicta con una gran actuación de un arquero que debe ganar en confianza. Todo cerraba, todo era bueno, todo era celestial y paradisíaco.
Pero en Vélez lo bueno, últimamente, dura poco. Tras una semana tranquila el equipo estaba obligado a cumplir una deuda pendiente, ganar de visitante y de esta manera terminar un año malo pero con optimismo. Pero ya no arrancó bien con la fantochada del público visitante. Con el OK para asistir a Sarandí por parte de los clubes, Aprevide bajó el pulgar y el pueblo velezano tenía que verlo por televisión. Lo mejor del año para nuestro club, su gente, no podía estar presente en la ultima fecha del 2016 y era como una premonición de algo malo. A esto se sumaba los buenos resultados de los rivales en la tabla brava donde Huracán ganaba sobre la hora, Aldosivi metía terrible batacazo en Junín, Defensa bajaba al cuco de La Plata y Rafaela asomaba de local. Quedaba como puntos positivos la valla invicta, el rendimiento y el arbitraje, detalle que, con el correr de los minutos también nos iban a pegar en la cara. A pesar del comienzo punzante del equipo, y tras la increíble jugada desperdiciada por Pavone, Arsenal emparejó el trámite y a los 15 del primer tiempo Velazquez puso en ventaja al local. A partir de allí todo se hizo cuesta arriba, la desventaja, la expulsión de Gianetti y el robo del arbitro Ejarque transformó el partido en cualquier cosa, menos en un partido de fútbol. Así y todo, y tras el incalificable fallo del arbitro que convalido el segundo de Arsenal tras una falta de roja a Assman, Vélez llegó al descuento con uno menos aunque no tuvo resto físico ni mental para empatarlo.
La levantada del final se vio opacada por una derrota ante un equipo inferior que nunca había ganado en las 13 fechas anteriores y por la actuación de un arbitro que pone en duda la buena fe que AFA y el arbitraje tienen contra Vélez. Y, lamentablemente, todo volvió a la normalidad habitual de pedir cabezas, hacer leña del árbol caído y agigantar la grieta que hoy vive el pueblo velezano. De ganar en Sarandí otros serian los humores y los ánimos, pero la derrota desnudó, nuevamente, falencias propias y la división reinante.
Se terminó un año nefasto a todo nivel. La dirigencia perdida y enfrascada en sus propios temores, un equipo desequilibrado y sin talento, medios partidarios enfrentados y la gente totalmente dividida en pos de un objetivo común. En la desunión total y el caos reinante, Vélez despide un 2016 peleando el descenso y sin expectativas de mejora. Es momento de pensar y actuar, pensando en el futuro deportivo inmediato, y también es momento de unirnos, de buscar un objetivo común. Es momento de honrar nuestra historia y la memoria de aquellos que hicieron grande a este Vélez, porque estamos demasiado cerca del infierno y tristemente lejos del cielo.