Si la fe y la esperanza nos llevaban a pensar que ganandole a Quilmes podiamos seguir arriba, definitivamente la derrota de ayer nos dejó una penosa despedida al campeonato.
Nuevamente Vélez pecó de Vélez. Desequilibrado y descontrado el local no hizo pie nunca y Quilmes se encontraba 2-0 arriba los 10 minutos del primer tiempo, se encontraba en un sueño. Pratto aprovechó una pelota parada para descontar pero luego de esa insinuación de caracter Vélez se ahogo en cambios sin sentido y en juntar gente en ataque que solo tuvo la pelota pero que no creo situaciones en el segundo tiempo. Quilmes pudo alargar la diferencia gracias a la desdichada actuación defensiva de Vélez pero solo al final los visitantes decoraron el 3-1 con un penal claro.
Muchos no encuentran explicación o apuntan al mistico concepto de resucitar muertos (¿serán las Pascuas?). Pero no caigo en ese lugar común, soberbio y desganado, sino que apunto a dos claros síntomas que pueden diagnosticar la enfermedad de este Vélez.
El primer síntoma es el bajo nivel de muchos jugadores que sostuvieron el andar en la Copa y del principio del Torneo. Pratto no es Pratto, Mauro no sale a la cancha, Romero se pierde, Papa no pesa en ofensiva y varios otros puntos que alternando buenas y malas hoy solo aportan malas.
El segundo síntoma es el retroceso. Si Vélez pierde una pelota en ofensiva, como fue la perdida de Pratto en el segundo, se crea un caos que dificilmente puedan resolver los mediocampistas y mucho menos los defensores. En el primer gol, Quilmes tiró dos centros atrás y en ninguna de las dos oportunidades hubo un jugador cerca de Vélez (sea central o mediocampista) para cortar la jugada. ¿Donde se crea el error? ¿Son los relevos? ¿Es el bajo rendimiento? En cualquiera de los casos Vélez necesita ajustar esa vuelta porque esta en su ADN atacar y soltar a los laterales, que si van, exponen a los centrales ante una posible perdida del balón.
Fe y esperanza siempre sobran. Esa fe, esa esperanza hoy se amontona en la Copa, se desespera por afanarse a la ilusión de viajar por América y explotar en una alegría impensanda, como lo fue hace 20 años. Pero no deja de ser triste este adios anticipado al torneo. Una cosa es perder una final dolorosa ante un rival de fuste cuando todo parecía perdido, pero otra es perder 3 partidos seguidos que en primera instancia debían ser 9 puntos si uno soñaba con el título.
Por eso el adios es penoso... duele... porque otra vez en casa se corta una ilusión... pero la fe y la esperanza no se pierden.
UN PENOSO ADIOS
Rodrigo Javier Martínez, 16-04-2014
