INJUSTICIA

Rodrigo Javier Martínez, 26-10-2017
Como dijo el pensador contemporáneo seba_elfortin, volviendo en la ruta luego de ser devorados por los tábanos en la costanera santafesina, es inviable hacer el análisis de un partido que mereciste ganar 4-0 y lo perdiste por la mínima. Pero intentaremos darle un marco a la dolorosa derrota de anteayer remarcando la vieja y famosa frase: "jugando así vamos a ganar mas partidos de los que vamos a perder".
A diferencia del partido por el Campeonato donde los tucumanos tuvieron el primer tiempo y nosotros dominamos el complemento, los cuartos de final de esta Argie Cup fue todo de Vélez. Solo alguna aproximación aislada donde Rigamonti se floreo, los tucumanos fueron sometidos por el dominio fortinero. ¿Porqué entonces la derrota? La falta de experiencia, la carencia de gol, algunas decisiones tácticas erróneas, ciertos ciclos cumplidos o quizás, simplemente, la suerte.
El gol es un tema que preocupa en Vélez ya que en sus últimos 6 encuentros solo convirtió ante Newell´s, y uno solo. No hay que recaer solo en el goleador en este caso, también sería justo remarcar la actuación del Laucha Luchetti que me remonta a los fantasmas que desató el Tito Bonano en el Campeonato del 93 o la gran actuación del Pato Fillol en su retiro para aguarle el torneo a su querido River en el 91. Actuaciones de 10 puntos que se recuerdan al ver la performance del ex Banfield para sostener la clasificación tucumana. No solo las de Romero, sino la tapada a contrapie a Andrada, voladas, reflejos, todo el manual de arquero tirado a la cancha y lamentablemente lo sufrimos nosotros. Lo anterior me trae el tema de la experiencia como factor clave. Es injusto caerle a Romero por su falta de pericia, como así de injusto es caerle al Mono por fallar el penal. La instancia, un rival con oficio y el peso de historia vitales. Tal es así que Vargas sufrió ese oficio con Cabral y su "apurada" antes del penal. Pero a la falta de gol y la experiencia, hay que ser sincerarlas y con algunas actuaciones bajas. Desábato y Amor, con claras responsabilidades en el gol, se destacaron para mal del resto del equipo que tuvo actitud y hasta momentos de gran juego. El primero, entiendo, tiene sus días contados en el club y el central, a pesar de dejar todo en cada pelota, ya ha demostrado que no tiene el nivel que Vélez necesita, quizás sea un buen suplente, pero la realidad es que se hizo habitué y casi protagonista exclusivo de los errores defensivos. Otro que cerró su ciclo el martes fue Alvarenga. Sin inteligencia, impreciso y tomando la decisión equivocada en cada jugada, el volante fue un desastre en su ingreso. Pero acá traemos otro gran tema: los cambios. El ingreso de Alvarenga para abrir la cancha puede no ser una mala idea desde lo táctico, pero se convierte en horrible si tu opción es el mismo Alvarenga y más si sacaste al referente de area para poner a un Cristado con falta de todo. No hubo reacción en el banco empatando en cero y con un hombre de más y no la hubo estando en desventaja con la obligación de remontar el partido. Quizás haya explicaciones para entender porque no se gano o quizás te queda ese dolor, esa bronca, de saber que la final estaba a tiro de la mano y porque no, si el calendario de River ayudaba, tener la opción de sumar una estrella en el momento mas aciago de nuestra historia. Pero no, el Dios del futbol nos odia y los tucumanos se llevaron la victoria con un gol de potrero y nos dejaron sin nada. Pero me quedo con la actitud, la gente, las lágrimas de Romero entrando al vestuario en el entretiempo, el llanto de Vargas y su pedido de disculpas de cara a la popular, me quedo con esa identificación y ese pesar en la derrota. Me quedo con el pensar que atrás quedaron las noches de boliche, los posters de otros clubes en la concentración, el uso de indebido de redes sociales, el desamor por el club que te vio crecer. Me trago con dolor la injusticia del resultado pero me quedo con la esperanza de saber que hay futuro.
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