NO HAY DOLOR

Rodrigo Javier Martínez, 06-03-2018
Todas las derrotas duelen. Duelen por el rival, lastiman por la tabla brava, pinchan en lo folclórico, te dan bronca por ese gol que no entró, por ese fallo arbitral, por ese error, por ese cambio que fue o no fue. Duele cuando pierde Vélez, pero esta vez queda esa sensación agridulce que al fin y al cabo, al final del camino hay algo de luz.
Si uno tachaba partidos en los que no había posibilidad de sumar, este era uno. Luego de River uno firmaba el punto en Avellaneda con sangre y, porque no, algo de optimismo. Con el correr de los minutos hasta me animaba a guapearle los tres porotos, por eso todo duele mas.
Pero a rivales como Rac*ng uno debe o pegarle primero o no cometer errores, y Vélez hizo todo lo contrario. En la primera pelota parada Vélez cometió su primer error. Marcar en zona, muy cerca del arco, sin tomar referencia de área. Todo mal ante un jugador en llamas como Martínez. Pero a partir de ese momento Vélez mostró una cara saludable, una que viene mostrando hace un par de fechas, esa cara de pelea, de batalla salpicada con un poco de fútbol. Sin dejarse avasallar Vélez tomó las riendas del juego creando sociedades, principalmente, en la mitad de la cancha. Y aunque esta vez Caseres, no fue el de siempre, el que se hizo cargo de los embates fue el Monito Vargas que se mostraba incisivo por las bandas. De a poco Musso se convirtió en figura y tapó un cabezazo a quemarropa del Capitán, un tiro picante de Mauro y una imposible de Vargas al rinconcito. Vélez merecía el empate aunque los locales lastimaban de contra esporádicamente. El segundo tiempo fue mas de lo mismo: Vélez protagonista y Rac*ng parado de contra. En ese marco De la Fuente salvó la propia valla para arrancar una contra que terminó en un pase al Monito Vargas que con un centro preciso habilitó el cabezazo de Mauro que, de pique al suelo, puso el empate transitorio que pudo haber sido victoria si Dominguez definía con mas certeza un mano a mano que se fue besando el poste apenas gritado el gol del 9.
Todo había sido normal y esperanzador hasta que Losteau empezó a hacer de las suyas, quizás no fue determinante en el resultado, pero de haber sido justo podríamos haber tenido otra perspectiva. Con la expulsión indignante de De La Fuente, Vélez entro a un palo a palo agobiante, perdiendo orden y claridad. Sin dejar de atacar y con cambios tácticos dentro de la misma alineación Caseres se fue a la cueva y Robertone con Dominguez pelearon el medio. Rac*ng no sufrió la salida de Lopez porque el tandem Centurión Martínez es lapidario, pero Vélez si sintió la salida de su joven y brillante lateral derecho, ademas de perder a su icono en el medio. Para cerrar el concepto de caos, Cufre, cuando no, perdió una pelota sobre la izquierda y como quien no quiere la cosa Centurión metió un gol de chiripa, porque no dejo de ser un cabezazo milagroso, para sentenciar la victoria. Quedaba tiempo para la increíble salida de Mauro y el empate que no fue de Robertone tras un tiro libre que Musso, de manera heroica, saco al corner. También hubo algunos minutos para que siga el horror show de Losteau pero el daño ya estaba hecho.
Vélez vendería cara su derrota ante un rival de fuste, quizás uno de los mejores del campeonato. Debería quedarnos ese orgullo, esa tranquilidad de la mejora y la entrega sin pausa. Pero el marco cambiante y las distintas incidencias hicieron que un poco la bronca y la resignación se hagan carne en nosotros. ¿Dolor?. Quizás, porque siempre duele ver a Vélez perder, pero no es la angustia contenida de principios de contenida. Es indignación, es esa tristeza mezclada con rabia y un poco de añoranza, pero no es ese dolor oscuro que no te deja ver mas allá de la tabla de los promedios. Vélez está saliendo y el sábado tenemos la revancha para que toda esta mezcla de sensaciones vuelvan a ser alegría.
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