Tratar de separar la lógica de un análisis sociológico sobre la idiosincrasia del hincha fortinero es muy difícil.
También es difícil separar el alma existista de este humilde resultadista para darle sentido al primer puesto en la temporada y menos en este año mediocre de campeones sencillos, aunque también sería injusto quitarle mérito al título de "Mejor de la Temporada" que no podemos festejar con una vuelta olímpica.
Pero al final del camino, una vez más, la Copa está en nuestro calendario con el ingrediente de haber derrotado a San Lorenzo en su cancha. ¿Venganza? No. Un capítulo más a esta novela de egos y soberbia entre dos camisetas que poco tienen en común.
Pero más alla de todo... lo reconozco. Sufrí, grité, me emocioné. Sufrí el cambio del Turu y los embates de un San Lorenzo que, superior, no pudo con sus piernas. Grité los goles de Mauro y la picadura de Pratto. Me emocioné con la despedida de estos dos gigantes que van a ser irremplazables. Y aunque no lo describí lineas más arriba reconozco que festejé la clasificación, porque la incoherencia es la linea que marca el corazón de un hincha. ¿Será lo mejor para el futuro del club? ¿Será otro camino truncado en esta obsesión que está, a mi entender, muy lejos de nuestra historia? ¿Será la obligación de un club grande como Vélez?
Será lo que deba ser. Será una página más en este interminable derrotero de emociones y lágrimas que nos envuelve cada temporada.
Será el momento de los pibes, será la transición de un equipo que promete y será un fin de año electoral que hasta golpea desde el lado de los jugadores en este recién comenzado receso mundialista.
Porque otra vez... al final del camino, Vélez escribe su propia historia.