QUE DE LA MANO
Rodrigo Javier Martínez, 04-12-2018
Comimos tanta mierda, comimos tantas decepciones, tantas humillaciones que lo de ayer fue un bálsamo, una alegría como hacia mucho no sentíamos. Y como de sensaciones se nutre este cronista con pinta desalineada y amor infinito por estos colores, podemos empezar diciendo que este Vélez volvió a darle paz y calma al hincha. Ya no hay susurros, no hay insultos, no hay "movete Vélez movete", solo hay aplausos y la tensa calma que, a la larga o a la corta, sabes que termina en un grito desaforado y en el abrazo con el de al lado. Porque la realidad es que cuando te paras en la popular o te sentas en la platea la sensación es que Vélez va a ser superior y que ganar o perder será una consecuencia de la falta de puntería o de la suerte. Y fue lo que paso ayer en el Amalfitani una vez mas. El primer tiempo de Vélez fue un concierto que, sacando alguna aislada contra o una pelota parada, lo tocó solo. Superioridad numérica en cada jugada, circulación de pelota coordinada, ocupar espacios con inteligencia, solo falto el gol, quizás por impericia y otra parte, quizás también, por el terrible esfuerzo de las dos lineas de cuatro que puso el Patón Bauza para desarticular el dominio fortinero. Pero ni la entrega canalla ni el paso del tiempo mellaron la templanza del equipo, Vélez siguió en el segundo tiempo buscando con las mismas armas antes mencionadas hasta que un centro cerrado del Mono al área fue conectado por Robertone que, de cabeza, abrió el marcador y el camino a la victoria. Los minutos siguientes fueron de desconcierto, a tal punto que Hoyos, tras un error de los zagueros, se hizo enorme en un mano a mano que podría haber sido el empate para los suplentes rosarinos, pero la racha y el momento de ciertos jugadores hacen que uno siga sin perder la calma, aún en momentos aciagos. Tras recuperar el pie Vélez volvió a dominar el trámite y a 9 minutos del final, el Guayo lideró una contra que el mismo terminó tras pase preciso de Bouzat. Almada de primera le reventó el primer palo a Miño. Faltaría la ovación al Capitán y en el medio, un viejo grito de guerra, uno que habíamos olvidado, por esa mierda que nos venia tapando el alma, que nos venia hostigando... y en un grito unido se escuchó "que de la mano..." y volvimos a ser felices. Y mas cantos de antaño, y la Chola, y abrazos con los amigos y seres queridos, y sumar de a tres, y la hermosa nueva camiseta, y homenajes emotivos a los campeones del 68 y al ex Presidente Gaudio y todo cerrando perfecto. Todo alegría y unión, que en tres años de tanta mierda te obliga a ilusionarte, con los pies sobre la tierra, temerosos, tímidos de embriagarnos de esperanza, pero con la firme convicción que el sendero que recorremos es el correcto, porque de la mano del Gringo, de los jugadores o de la gente, ya no queremos comer mas mierda, solo volver a ser.