Cuando empezamos, allá lejos y hace tiempo, a principios del 2018, con el periplo del Gringo había muchas dudas, mucha incertidumbre, pero quizás el miedo era peor que el no saber que podía pasar. Temperley nos respiraba de cerca, los promedios eran nuestro día a día, olvidarse de la pelea arriba para ver como salían los rivales de abajo. Y así este equipo se hizo fuerte en la adversidad, atravesando polémicas, tormentas e incluso traiciones. Hasta llegar a este descanso, post fin de año, donde la ilusión parecía renovada y los fantasmas alejados.
Había, una vez más, ilusiones, fe. El hincha, nosotros, nuevamente nos abrazábamos a ese sentimiento, sobre valorado y religioso, que llaman esperanza y así, esperanzado, porque Vélez es nuestra religión, me senté a ver el partido con el Pincha. Era la hora de la verdad, con el mismo equipo, sin el único refuerzo en cancha, y con "varios" cambios, volvíamos a la SuperLiga, A pelearla, a remar, pero confiados. Obviamente, como buen hincha religioso, soy un hombre de poca fe y en 10 minutos mi esperanza estaba en tacho de basura. Falto de precisión, flojo en defensa y con el foul como único recurso para parar un tímido Estudiantes, Vélez no hacia pie ante un equipo que poco proponía, que solo se limitaba a aprovechar las pelotas paradas que regalábamos sin cesar. Y así fue como a los 21 minutos de la primera mitad Albertengo, de cabeza, puso en ventaja al local tras el enésimo foul cometido en solo 20 minutos de juego. El gol no cambio nada. Estudiantes siguió limitado y sin aspiraciones y Vélez, muy perjudicado por el estado del campo de juego e impreciso, merodeaba sin éxito el arco de Andujar. Dominando el trámite en posesión y lastimando poco se iba acabando la primera mitad, y en el cierre, la Gata Fernandez entregó mal un pase interceptado por Robertone que habilitó a un Mono muy abierto. Vargas, épico crack, empezó un slalom con diagonal hacia adentro que termino en un remate seco y bajo al palo derecho de un Andujar muy mal parado. Era el inesperado empate para Vélez que a pesar de ser superior no podía traducirlo en buen juego.
Y ahí volvemos a la esperanza, porque sin querer, volvimos a estar en juego, y en esta mitad Vélez no decepcionó. Fue el equipo que nos hizo ilusionarnos en la primera mitad del torneo, el equipo incisivo, que lastima, que derrota a los rivales con circulación de pelota y que explota para ponerlos de rodilla. Sacando algunos minutos donde Vélez cambió el aire y donde el Pincha arrimó el bochín, fue una sinfonia fortinera todo el complemento. Y en la primera de cambio Robertone pudo salir de un nudo en 3/4 de cancha para dar un pase que Salinas pudo aguantar y devolvérsela al mismo Lucas que, de primera, remato al arco para vencer la estirada inútil de Andujar. Era el 2 a 1 y Vélez mostraba temple para dar vuelta el resultado, temple y juego. Lo tuvo nuevamente Dominguez, también Salinas, pudo también aumentar la diferencia nuevamente Nico pero todo fue del Mono Vargas, intratable, héroe, único. Y así se fue el partido entre un calor sofocante y un dominio abrumador ante un Estudiantes que nunca pudo reaccionar al dominio fortinero.
Hace un año estábamos quintos también, pero de abajo para arriba. Hoy peleamos una Copa y dejamos atrás nuestros miedos y miserias para ilusionarnos, arrancando con el pie derecho, y de visitante. Se que la esperanza es esperar, es abrazarse a un centro que algunos digitan a su voluntad dominando otras voluntades. Hoy nuestro centro es Vélez. Sobre valorada o no, hoy vuelvo a tener esperanza porque Vélez es mi religión.
CON EL PIE DERECHO
Rodrigo Javier Martínez, 29-01-2019
