Este torneo voy a atravesar una gesta épica, un camino difícil de transitar. El desafío sera narrar las vivencias de cada partido sin caer en la bronca o calentura típica del hincha que sufre los avatares del destino. No me esperaba, ya en la segunda fecha, pelear contra este fantasma, pelear contra el enojo del empate del sábado que, a 72 horas del partido, aun sigue totalmente vigente.
Pero hacer el ejercicio de analizar con frialdad, criticar sin caer en el lugar común de herir susceptibilidades y tratar de entender porque pasan las cosas es el utópico reto que tiene este cronista para con ustedes y para con el presente del club.
Dividamos el partido en dos. Lo que paso el primer tiempo no reviste mucho análisis. De los mejores 45 minutos que se le vio a un equipo de la Superliga en lo que va del 2019. Un paseo lapidario para con el Campeón que no tuvo tiempo ni de levantar la guardia para defenderse. A la media hora el Príncipe Dominguez definiría de manera hermosa ante la salida de Arias y tras un gran pase de Guidara y sobre el cierre del primer tiempo el Tigre Romero se llevó puesto todo ante un desborde de Bouzat. Fue todo fortinero, fue todo de azul y blanco. No solo el fútbol, sino también la alegría de la gente en la tribuna con aliento y satisfacción, dejando atrás el tropezón de Córdoba.
Ahora vamos a lo que paso en el segundo tiempo, lo que cuesta digerir, lo que duele. Diez metros mas adelante y con la necesidad de buscar un resultado que ni Racing se creía en condiciones de levantar, el visitante apostó a pelear el partido. Vélez bajo el rendimiento, sintió el cansancio y no fue ayudado desde el banco de suplente y desde algunos rendimientos que, sin ser malos, cometieron errores inexplicables. En el minuto 57, y tras un sinfín de errores en 3 situaciones distintas de juego, Nery Dominguez descontaría para la Acadé. A partir de ahí los cambios solo traerían mas confusión y sobre el cierre Pillud, aprovechando la autopista a espaldas de Cufre y la no marca de Janson, convertiría el empate que silenció nuestras ilusiones.
Un punto de seis posibles, la chance perdida de revertir esa cosecha magra ante los grandes, los errores, las fallas de percepción y ese sentimiento agrio de saberse en la gloria y terminar rezongando como un perro malo y solitario. Esto, hoy por hoy, es Vélez. Del cielo al infierno sin paradas, todo un tobogán de sensaciones y de incertidumbre. Pero siempre el hincha ahí, acompañando como lo hizo el sábado, como lo hará en Lanús porque la ilusión nunca se acaba.
BRONCA
Rodrigo Javier Martínez, 07-08-2019
