Lo reconozco. No hubo demora, ni obligaciones, ni falta de tiempo. No quería escribir. Miles de emociones, frustraciones, sensaciones. A pesar del tiempo que pasó sigo sosteniendo que lo vivido el domingo formó parte de un enorme marco de realidades que solo nos pegaron y humillaron sin importar si la justicia nos esquiva o nos acaricia con un manto de ironía.
Podría resaltar la semana previa y el llanto de Boca, la triste cama al gran Virrey de Liniers, esa carga emotiva de saberse siempre en desventaja en todo sentido pensando en el árbitro o en las decisiones de la AFA que nos perjudican, el karma de la cancha, las voces mediáticas. Demasiado para pensar en finales felices. Pero voy a hablar de futbol para evitar caer en la tentación y en el lugar común de buscar en el alma una respuesta a nueva derrota, nuevamente, cargada de demasiado rollo e historia.
Más alla de lo extrafutbolistico Vélez falló. Falló en no planear un partido donde el rival, se sabía, sería otro y no el vapuleado por tantos equipos en días anteriores.
Vélez no entendió el partido y dentro de ese marco se vio arrollado en un primer tiempo donde el descontrol de Desábato, los cierres tardíos de Dominguez o la espalda de Cabral fueron el alarma de una noche trágica. Pero una vez afirmados se encontró un lugar de pelea y Vélez emparejo un poco el trámite para llegar a una jugada inédita. Caraglio peleó una pelota divida, Cabral abrió y Correa, entrando en diagonal por el vértice del area remató cruzado y abrió el marcado en el final del primer tiempo.
Si alguien me preguntaba si era esperado yo te respondía que era una locura pero Vélez se encontraba en el paraíso. Gol a finales del primero tiempo, totalmente inmerecido y con un entretiempo para corregir errores. Era la situación perfecta por como se dio el partido.
Pero Vélez suele equivocarse en esta cancha. Demasiado. Y demasiado tambien fue lo que se metió atras, y demasiado fue como el timón se perdió. Entonces Rolón salió por Romero y el DT demostró que el primer error vendría de su mano con un cambio que dejó la banda derecha desmoronada para que el primer gol venga por ese lado tras un error infantil en la marca de un corner del juvenil Cardozo. Luego vino el error de Sosa y luego vino el de Dominguez tras un dominio absoluto de Boca, que sin lucir ni ser una máquina, fue mucho más que Vélez.
Me ilusioné, tambien lo reconozco. El gol de Correa me dio ese aire, esa esperanza que había perdido en la previa. Pero la remontada local me devolvió a la Tierra, como esos aplausos a traidores que hacía una semana eran carne de cañón y era sometidos a las calumnias mas profundas. Volví a esa realidad, la de la final con CASLA, donde la presión mediática o la mano de Torrico nos aplastaban el alma.
Volví a esta historia, donde los finales, casi nunca son felices.