Y MUCHAS VECES LLORE POR VOS

Rodrigo Javier Martínez, 19-02-2020
¡Hola Pueblo Fortinero Hattrickero!

Nos complace presentarles una nueva sección en nuestra web con la que intentaremos deleitarlos esporádicamente.

De la mano de nuestro integrante Jerry Chiabrera publicaremos una serie de cuentos cortos donde compartiremos con ustedes anécdotas de estos años de vivencias y Vélez.

Esperemos los disfruten a lo largo de este nuevo año.

Y MUCHAS VECES LLORE POR VOS

Tendría más o menos trece años cuando viví mi primera experiencia de disturbios en el Amalfitani y pude entender aquello que siempre cantaba desde más chico sobre llorar por tu equipo. Aunque esa vez no fue ni por emoción por una conquista ni por tristeza por una derrota o una eliminación. El Fortín jugaba con un casi descendido Quilmes por el Clausura 1992 y todo indicaba que iba a ser una tarde tranquila de fútbol, victoria y alegría. La tribuna local era la de Reservistas por aquellos años y con mi viejo y mi hermano siempre nos ubicábamos en el codo derecho, aquel más cercano a la platea sur.
Todo estaba saliendo bien para los que estábamos adentro disfrutando el partido e ignorábamos lo que estaba pasando afuera con la hinchada. Vélez ya ganaba uno a cero con un gol del “Avi” Mancuso y dentro todo era alegría, pero en las puertas del estadio la barra y la policía se trenzaban en una batalla que dejaba como saldo a un pequeño Fortinero lastimado. Al menos esos eran los rumores que uno escuchaba de los que iban ingresando a la tribuna.
De a poco los muchachos iban entrando más tarde de lo habitual y se iban ubicando sobre los para-avalanchas en aparente paz a pesar de los problemas. Entonces, promediando el primer tiempo, un uniformado desde el otro lado del alambrado avanzó caminando con un paso cancherito y mirando a la hinchada con una sonrisa burlona en los labios. A los “chicos” eso no les gusto ni un poco.
¡Y de pronto, la hecatombe! Una horda de espartanos bajó corriendo hasta el alambrado con la férrea intención de quitarlo amablemente de su sitio. Y cuando la puerta estaba por ceder entraron los uniformados por la puerta del codo sur y se armó un nuevo enfrentamiento, esta vez dentro del estadio. No entendíamos nada pero al mismo tiempo entendimos todo. Se veían brazos, codos, rodillas, palos, cascos y hasta un “cocacolero” que entró a repartir con la base dura donde ponen los vasos, esa desde donde suele caer un líquido oscuro sobre tu ropa después de escuchar el: ¡Guarda que mancha! Los uniformados iban retrocediendo y alguien aprovechó la ventaja para retirar una rejilla del lugar donde descansaba y arrojándola con temible habilidad por sobre el alambrado la hizo descansar sobre la cabeza de un policía que estaba en el campo de juego. En ese momento se escuchó ¡pum! ¡pum!... y una nube blanca empezó a llenar el sector.
Todos se alejaron como si hubiera explotado una bomba apestosa y eso no estaba muy lejos de la realidad. Pero lo peor estaba por venir. Jamás había tenido, a mi corta edad, contacto con los gases lacrimógenos y no sabía lo que iba a pasar. Fue inmediata la sensación de pimienta en los ojos. Era tremendo el ardor y recuerdo que cuando mi viejo nos dijo: -¡No se toquen los ojos!, yo ya tenía cuatro falanges adentro y lloraba como si se me hubiera muerto el perro. Desde ese momento no los toqué más y deje que una falsa tristeza corra lágrimas abajo.
El humo se fue dispersando, la gente que aún quedaba en el estadio empezó a volver a la tribuna y como si fuera una película con final feliz, el “Gallego” Gonzalez clavó el segundo gol en el minuto 90 y cerró el partido con victoria. Fue el festejo más raro que me tocó vivir, gritábamos gol y nos reíamos como con revancha pero al mismo tiempo nos caían lágrimas que no eran ni de tristeza, ni de alegría. Éramos como las caretas del teatro pero juntas, llorábamos y nos reíamos a la vez.
El ardor fue pasando y los ojos se aliviaron, la paz volvió a la tribuna y el Fortín ganó el partido condenando a Quilmes al descenso. Y así pude entender aquello de “y muchas veces lloré por vos…”

Jerry Chiabrera

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