FUA... EL RICKY

Rodrigo Javier Martínez, 17-12-2020
El martes me levanté nervioso. Muy nervioso. Si hago un paralelo con mi vida universitaria, pobre y limitada, los nervios me dieron algo de fe. Si estas nervioso es que algo sabes, sentís que podes dar el batacazo, que podes arañar un 4 que te libere el finde para darte un lindo golpe a la pera. Pero al mismo tiempo tenía el ancla del reciente Mundo Vélez atando esa esperanza. Algo no me cerraba.
Laburé todo el día, me puse a jugar a la play con las nenas, saqué al perro y a las 21.30hs me senté adelante de la televisión con los mismos nervios que me acompañaron todo el día. No me senté atormentado, pero tampoco confiado.
Y esos nervios, esa fe medida, se empezaron a hacer carne cuando, con el correr de los minutos Vélez se mostró imperativo y la Universidad Católica no encontraba los rumbos ni hacía pie. Cumpliendo todos los manuales de una remontada, a los 15 minutos, Vélez abrió el marcador para descomprimir presiones y tirarle toda la responsabilidad al local. Tarragona, de penal, ponía el 1 a 0 y mostraba su gran momento definiendo con gran categoría. La ventaja achanchó un poco al Fortín, post apertura del marcador, pero nuevamente, con el correr del trámite, volvimos a dominar el partido. Vélez terminó la primera mitad arriba, siendo superior y con la sensación que la diferencia mínima quedaba chica.
El segundo tiempo no empezó igual como termino. Los locales adelantaron líneas, comenzaron a presionar la salida y asediaron el área de Hoyos, sin tanta profundidad, pero con presencia continua hasta que el VAR valido un increíble penal de Tarragona. Aued cambiaria la injusta sanción por gol y ahora los dos goles solo alcanzaban para la tanda de penales, un final poco grato para el recuerdo de todos los fortineros. Pero esa sensación se materializo pronto cuando el ingresado Orellano escaló por derecha quebrando dos veces hacia el centro y con un misil imparable sentenció el 2 a 1.
A partir de ese momento Vélez se hizo cargo y empezó a buscar el tercer gol con criterio y orden. El arquero chileno se convirtió en figura y aunque el dominio era indiscutible Vélez no lograba el gol que le de la clasificación directa, los penales eran un hecho.
Pero en el tercer minuto de descuento Ortega fue, una vez mas, y le cometieron falta de roja (que el VAR no vio). Ricky Álvarez acomodó la pelota y el área se lleno de jugadores fortineros. Era la ultima. Ricky casi sin carrera le dio seco a la bocha que viajo por el cielo chileno cortando el aire, casi en un bucle temporal donde se nos cortó el aliento, viéndola volar por la noche. El centro fue plano, perfecto y, milagrosamente, cuando cayó de repente, encontró la cabeza de Lucero, quien le cambió el recorrido y agarró a contra pierna a un arquero que dudo y falló en la que tenia que fallar. No hubo mas imagenes en mi cabeza. Solo gritos de gol desaforados, abrazos familiares, gritos y fuegos artificiales en el barrio. Tanto dolor en este año se esfumaba para darle lugar a lo único que nos hace bien: Ser felices con Vélez.
¿Vale la plena aclarar que Ortega, Mancuello y Galdames son vitales en el andamiaje del equipo? ¿Vale analizar el momento de Tarragona? ¿Se necesita calificar el golazo de Orellano? Puede ser, yo me quedo con la alegría del todo el pueblo fortinero y con el centro de Ricky... una caricia, un toque de distinción y calidad inexplicables.
Seguimos adelante, se vienen las semifinales y el grupo pareció superar su propias miserias y debilidades. Volvemos a tener fe, esperando seguir teniendo paz.

Foto: Sitio oficial Vélez Sarsfield.
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