Han pasado casi 48 horas de una nueva eliminación de la Copa Argentina y aún el dolor sigue intacto.
No hay mucho para decir o hablar de estrategias o de rendimientos, otra vez, este equipo, nos falló.
A nivel futbolístico la victoria por penales de Talleres fue inapelable. Dominó el partido y fue un justo ganador. Obviamente fue ayudado por un planteo en el primer tiempo muy poco acertado y cambios en el segundo tiempo que son inexplicables. Además de esto el nivel de algunos jugadores no ayuda a ciertas fallas, no aprovechas los enviones anímicos y cuando necesitas un poquito de la Diosa Fortuna, no solo le das la espalda, sino que aparte se te caga de risa en la cara.
Hablamos de muchas cosas en este espacio. Hablamos de todo, de lo futbolístico, de lo institucional, de lo otro que a veces avergüenza. ¿Pero cuanto hace que no hablamos de nosotros?. El hincha de Vélez, cualquiera sea su opinión en la grieta del mundo fortinero, hace rato que no tiene una alegría. De a poco se acostumbra al pesar, a los recuerdos y olvida el sabor de la gloria. Se acerca a las urnas con compromiso, se enoja, patalea, se pelea en redes o sufre en silencio como tantos otros. ¿En que momento nos acostumbramos a sufrir en continuado? El fortinero hoy navega entre escándalos y golpes duros, conformándose con victorias de cabotaje y algún que otro elogio a los pibes, pero lejos está de regalarnos un momento de felicidad. Nunca un equipo estuvo tan alejado de su gente, de su historia, de su presente.
Estuve leyendo mucho en estos días, las redes sociales me torturaron para sentirme un poco más triste y me quedo con lo que dijo un sabio pensador contemporáneo: "Hace rato que Vélez disfruta de muy pequeñas alegrías y sufre de enormes dolores".
Foto: Sitio oficial Vélez Sarsfield.