No les voy a mentir, he leído muchas opiniones, críticas, análisis y no puedo salir de dos posturas totalmente contrapuestas, las cuales quiero evitar para no sufrir la ira de mi CM. Pero, más allá de estas presiones (?), sigo sin poder moverme de las dos visiones que marcaron nuestro partido en Valparaíso: la inmensa alegría de haber ganado tres puntos vitales junto a la victoria del Flamengo en la altura de Quito y la inexplicable sensación de terminar el partido pidiendo la hora con dos jugadores más.
Aclarado esto trato de meterme en el partido para entender que fue lo que paso y lejos estoy de poder comprender como ganó Vélez. Rendimientos muy bajos, un dibujo de juego que expone al error constante y la absoluta seguridad que vas a sufrir en cada tiro que el rival intente lastimarte te dan altas probabilidades de infarto a cada minuto.
El partido, desde el inicio, fue una batalla constante entre dos equipos que se animaban poco y sufrían mucho sus propias limitaciones. Los chilenos, abusando de la pierna fuerte, manejaron el trámite en los primeros minutos hasta que Vélez se acomodó al terreno y a la incesante presión de los locales, pero el denominador común del partido, en todo momento, fue la falta de ideas y el poco juego asociado. En esto último Vélez fue eficaz y comprometido: erró mucho, se juntó poco y Lucero quedaba muy lejos, pero no todo sería sombrío. A los 38 minutos, en una estocada por izquierda, Almada sacó de la galera un pase profundo a Galdames que, cayéndose, tiro un centro atrás que paso a Lucero pero encontró a Bouzat llegando solo por el fondo (remake del gol que nos hace Flamengo) para abrir el marcador con una definición fría y certera. Se festejó con el alma, se gritó fuerte y alto, nos abrazamos todos a la distancia, era volver a vivir y soñar.
El segundo tiempo acentuó todas las falencias de este Vélez. Los chilenos adelantaron sus líneas y buscaron el empate pero Vélez no lograba explotar los espacios para una posible contra. Hasta que a los 20 del complemento Castellani fue expulsado y el panorama era esperanzador sostenido con algunos remates de media distancia de los ingresados Centurión y Orellano. Lo que nadie esperaba fue que, a partir de ese momento, La Calera iría con más orgullo que juego para buscar el empate. En dos oportunidades, ante la atenta mirada de todo Vélez, el cementero de Valparaíso casi empató y la victoria se ponía en duda. A falta de 3 minutos se iría expulsado Reyes y la paz nos reconfortaba, ¿empatar con nueve? inviable, pero este presente todo lo puede y los últimos 7 minutos fueron para el ACV. En una de pinball los locales casi empatan en el descuento dejando a varios vitalicios al borde del soponcio. Vitalici@s, cadetes, infantiles, todo el mundo Vélez al borde del desquicio para terminar de sufrir, a segundos del final, con un golazo de Orellano y su sello distinguido, su marca registrada, velocidad, vértigo y una pegada increíble para sentenciar el 2 a 0 final.
¿Que pesa más? Sin dudas la alegría. De estar sentenciados a las penurias de la eliminación a, en tan solo dos horas, tener un panorama un poco más claro y esperanzador. Esa claridad dependerá de ganar los dos de local, con la absoluta seguridad que hay que mejorar en la faz defensiva y en la generación de juego sosteniendo la entrega, inobjetable, que supo dar el equipo durante los 90 minutos.
No estamos muertos, seguimos dando pelea y batalla, como la historia del club lo requiere. El jueves Vélez debe mantener ese objetivo, no flaquear, seguir con la guardia alta y tomarse cada partido como el último, para seguir vivos en la Copa y alcanzar los octavos de final. Vivimos.
Foto: Sitio Oficial Vélez Sarsfield