"La diferencia entre la alegría y la felicidad es contundente, y filosóficamente profunda"
A partir de esta definición de una sabia pensadora contemporánea podemos explicar esta ciclotimia voraz en la que se sumergió el hincha de Vélez en esta última semana. De la esperanza y la ilusión de ir por todo, a la tristeza absoluta para terminar en una exaltación total. La realidad es que hoy brilla el sol para el pueblo fortinero porque, luego de tantos años de sufrimiento y barro, el Fortín ha clasificado a octavos de final de la Copa Libertadores de América.
Lo que es contundente también es la plata que vamos a tener que gastar en salud ya que, desde las 19hs hasta la medianoche, el fortinero promedio vivió en una montaña rusa de emociones, sufriendo primero con Vélez y luego con la definición del grupo en Rio donde Flamengo medía fuerzas contra la Liga. El Fortín debía ganar y esperar que los ecuatorianos no haga lo mismo para clasificar y felizmente fue lo que paso, pero con varias aristas estresantes en el medio.
En el Amalfitani, con el mejor equipo en cancha que se podía poner (aunque tengo algunas certeras dudas en algunos puestos), Vélez fue el que mostró condiciones de arranque, no solo en la intención de buscar el arco de enfrente, sino también en su eficacia. Al minuto de juego, igual que contra la Mufa, Vélez tuvo la primera jugada de riesgo y Tarragona definió cruzado, con zurda, para poner el 1 a 0. Pero esa alegría, que se contraponía con las sombras del domingo, se esfumo rápido porque la Calera llegaría al empate pocos minutos después al encontrarse con un remate desde la puerta del área para sentenciar el 1 a 1. Hoyos y Abram, participes necesarios del gol chileno, tuvieron otra nueva desinteligencia y en la segunda jugada el equipo chileno aprovechaba el yerro local. Duro poco lo que se daba, pero Vélez no cambiaría de actitud y seguiría yendo a frente. Paso un tiro libre bárbaro de Mancuello, dos claras para un intrépido Thiago y un remate por sobre el travesaño de Bouzat que no se explica cómo no fue gol. Los fantasmas de la falta de definición nos acechaban hasta que en el enésimo ataque liderado por Mancuello, Ortega llego al fondo, tiro el centro y por detrás de todos Almada puso el 2 a 1, un resultado justo y lógico. A falta de 5 minutos el resultado aún era corto y se pudo ampliar con una remata de Janson y un palo increíble de Caseres. Era final del primer tiempo y la sensación que la diferencia de un gol tenía gusto a poco nos apesadumbraba.
El segundo tiempo siguió con la misma tesitura en gran parte del desarrollo del mismo pero sobre el final el equipo chileno adelanto sus líneas para buscar un empate que lo acomode de cara al tercer puesto. A falta de algunos minutos, y con el ingreso de Galdames y la salida de Mancuello, Vélez perdería la pelota y el trámite para esperar los embates chilenos que pusieron una cortina de dramatismo sobre nuestros angustiados corazones. Cuando el pitido final sonó Vélez solo debía esperar una mano de Flamengo, habiendo cumplido con su obligación de ganar sin atenuantes y con absoluta justicia, y con la bronca de haber sufrido un final que debió haber sido un trámite en función a merecimientos y goles errados.
Pero esto no terminaba acá señores, faltaban 90 minutos de sufrimiento. En Rio, Flamengo tenía que ganar para asegurar su primer puesto y la Liga no tenía más excusas que la victoria para seguir en carrera. El panorama era esperanzador porque la superioridad carioca era indiscutible pero el destino, definitivamente, no quería que fueramos felices sin antes sentir el dulce beso de un ACV. A los 15 minutos, el árbitro venezolano visitantista Herrera le mostraría la roja al capitán del Mengao. Arao, con un foul infantil, dejaba con uno menos al Flamengo y nuestras esperanzas se complicaban. Pero a la media hora de juego Pedro fusilaría a Gabbarini y la alegría no solo sería brasilera, también era nuestra. ¿Como? ¿Alegres? No señores, están muy equivocados. Solo 3 minutos después Guerra pondría el empate de cabeza y Liga se envalentonaba para volver a marcar a los 15 del segundo tiempo de la mano de Julio. Lo peor que podía pasar estaba pasando y la definición de grupo, de ser clara pasaba a ser compleja, casi rozando lo dramático. Ir a Rio a vender la ropa, ante un gigante como Flamengo, con chances de quedar afuera, es como ir a USA al grito de viva la revolución musulmana y muerte a los infieles. Los brasileros no daban señales de vida y, para colmo de males, Ceni sacaba a Gabigol dejando a Flamengo con muy poco peso ofensivo. La alegría de la victoria en Liniers, en tan solo una hora y media, se transformó en incertidumbre y miedo. Pero de sufrir vivimos y a falta de dos minutos Henrique, de cabeza, puso el empate y el grito de gol de muchos se escuchó en todo el barrio mientras, con lágrimas en los ojos, este humilde servidor corría por su casa tirando puñitos al aire tratando de no despertar el sueño de la familia.
A pesar del dolor en el plano nacional, Vélez supo recuperarse y revirtió sus miedos con autoridad y justicia cerrando un semestre positivo desde los números y con un objetivo cumplido, de la mano de un laborioso Pellgrino. Será imperante que la Comisión Directiva refuerce algunos puntos bajos del plantel para tratar de avanzar en la Copa buscando el prestigio que Vélez nunca debió perder, manteniendo la jerarquía de jugadores como Janson, Mancuello, Almada, Centurión, Cáseres y Ortega, apuntalando este crecimiento con refuerzos a la altura de las circunstancias. Mientras tanto, este equipo que suele darnos pequeñas alegrías para evitar grandes felicidades, ayer nos regaló una sonrisa mediana, no una plena como podría haber sido un título, pero el volver al plano internacional en este nivel es un mimo a nuestras golpeadas almas. Filosóficamente, o no, hoy somos felices.
Foto: Sitio oficial Vélez Sarsfield.