VOLVIMOS

Rodrigo Javier Martínez, 05-10-2021
¿Qué decir no? ¿Que contarles que no hayan vivido desde la emoción?
No sé por dónde empezar. Analizar el partido sin sacarlo de contexto es muy complicado, porque entiendo que todo tiene que ver con todo. Desde la ansiedad de volver a nuestra segunda casa para terminar en el peor partido del semestre, todo puede ser relacionado con todo. Por eso, vamos a ir haciendo un paso a paso en nuestro día.
Levantarse temprano era una obligación, no por la necesidad de realizar algún quehacer doméstico, sino por la manija y la falta de sueño. En mi caso la mañana me llamó a las 7.30, tempranito, para comprar facturas y arrancar los preparativos. La terraza y los protocolos esperaban a 10 simios en celo que contaban los días, como presos, volver a la cancha, y por eso, a las 13, las puertas del hogar se abrieron para recibir a la banda amiga. Volver a ver las caras que tanto te acompañan en sufrimientos y alegrías fue una caricia al alma, fue un volver a vivir. Cantos, gritos, efervescencia y la necesidad de ganar, para cerrar un día perfecto manejaron esas 5 horas que se pasaron volando. Volvimos a ser.
Pero esta vez la responsabilidad marco el rumbo y, aunque el fernet ya había bajado drásticamente esa dosis de conciencia civil, encaramos, con mucho tiempo para el Amalfitani. En mi caso, el mix de familia y amigos, fue avasallante. No solo por volver, sino por el cómo, ya que la entrada a la platea sur, sobre Reservistas, trajo también el recuerdo de la infancia de llegar por Rivadavia a la Popular Oeste o a esa Sur que, antaño, encontraba un mix de camisetas peligroso pero tolerable. Las emociones se mezclaban y la carga anímica de todo lo vivido ya salía a flote. Chapeau para la organización que, junto a la ayuda de la gente, que no cayó sobre la hora, hizo fluir los ingresos y los controles. Para las 19.15hs, entraba de la mano de mi hija menor al Amalfitani. Tratar de volcar palabras a lo que sentí en ese momento es imposible, inexplicable, algo me recorrió el cuerpo y los ojos, rápidamente, se llenaron de todo mientras las piernas, ansiosas en toda la tarde, flaqueaban mientras subíamos esos 10 escalones. Finalmente, el verde y la luz nos envolvía, ese blanco de las torres que caía como una cascada interminable era una fuente de energía vital, esos ojos rojos de tanta luminaria rebotaban en todos los costados de la platea que, acompañados de sonrisas, esperaban el inicio del partido. La hora pasó rápido, las gargantas se fueron enrojeciendo y finalmente salió Vélez entre tanta alegría y emoción abrazados entre todos, felices de estar, de volver a ver viejas caras o simplemente felices de vernos elevar viejos himnos.
Y empezó el partido. ¿El partido? Bien, gracias. El peor partido de Vélez del semestre. Gracias a una embestida de Lucero, tras un gran cabezazo de Janson que Sosa no pudo retener, Vélez se ponía en ventaja sin merecerlo, pero la alegría duro poco ya que al minuto Romero empataría. El empate era el resultado más justo. En esos primeros 15 minutos Independiente clausuro asociaciones, tapo a los creadores y acabo con cualquier circuito de juego que Vélez quería formar. Además, El Fortín, conto con rendimientos individuales muy bajos como los de Ortega,Gianetti y Guidara que suelen ser de los puntos más altos en cada partido (nota mental: estuvieron mal y nos comimos 3). ¿Y el que falta? Gran partido del uruguayo De Los Santos con firmeza, timming y mucha presencia, pero solo, no pudo. A la media hora Romero volvería a convertir y, con Hoyos figura (o no figura), el Rojo se iba al vestuario con una diferencia un poco corta para sus ambiciones.
El segundo tiempo mostró la misma solidez de Independiente, pero con sus líneas 10 metros más retrasadas. ¿Esto envalentonó al conjunto local? Para nada. Vélez, con un dominio un poco menos presionado, no lograba hacer pie ni ser punzante. Tan es así que a 20 de final, en un mamarracho defensivo, el Rojo ponía una distancia inalcanzable en los papeles, distancia que pudo haber sido aún más indecorosa cuando Romero definió por arriba un gol que ya se gritaba en Avellaneda. A partir de ese "no gol" de los diablos rojos, pasaron 5 cosas:
1- Los 10 metros que se había atrasado Independiente, se convirtieron en 20 para terminar esperando sin hombres en el campo fortinero.
2- Mancuello, de mal primer tiempo, pero con una mejoría en el complemento, se convirtió en director de orquesta y uso con criterio cada pelota en ofensiva de Vélez.
3- Entró Roa.
4- La historia
5- La gente
Ese tercer gol hizo que la gente empiece a jugar su propio partido. El aliento fue incesante y ese miedo escénico o presión emocional que tenía Vélez se convirtió en vergüenza deportiva para que el equipo vaya, con más orden e inteligencia, a buscar el descuento, un descuento que llegó de la mano de Almada, tras una gran jugada colectiva. Era 3 a 2 y la gente, sabedora de su injerencia, redoblo la apuesta y el grito de todos era ensordecedor. El no parar de gritar se mezclaba con esa rabia, esa bronca de no poder disfrutar la fiesta completa y como dije antes, esa sensación que a este equipo le falta algo, le falta aura para poder regalarnos una alegría, pero esa falta de aura la encegueció la gente y la paternidad. A los 4 minutos Roa, tras perder una pelota en el campo rival genero una contra que termino en un foul cercano al área. Era un partido más, pero ese minuto, hasta el centro, lo viví como aquella semifinal con Junior o los 5 finales contra Buracán en el 2009. Fue interminable. El centro fue pasado, Pellegrino gano en el fondo y desde el piso, De Los Santos, violado y vejado, pudo empujarla a la red. Era empate, mis hijas se abrazaban entre ellas, yo me sume al abrazo. Lloré internamente, abrace a mi hermano, abrace a mis amigos, abrace a mi pareja, abrace este año y medio de penurias y tristeza de estar tan lejos de algo que nos hace tan bien (¿o mal? jajajajaja). Abrace a mi viejo a la distancia que no pudo estar, abrace el recuerdo de aquellos que no están, abrace a Vélez.
Y volvimos a casa, felices, extasiados, agotados. Volví y me acosté para leer todo lo que pude del Mundo Vélez en las redes, vi el gol mil veces, repetí como un loro cada secuencia graciosa del día. Y finalmente me dormí, lleno de Vélez y de emociones, abrazado a esta locura que muy pocos podrán entender.

Gracias Vélez, gracias por este sábado.
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