Vélez fue de mayor a menor. En realidad, podemos decir que fue de mayor a menor y termino cerrando el partido, por vergüenza, siendo más, desde lo numérico más que desde lo futbolístico. El Fortín nos ilusionó con quince minutos donde merecimos ponernos en ventaja y donde disfrutamos de grandes versiones de Garayalde y Castro, entre otros, para terminar siendo dominado por un Arsenal tímido que nunca puso tercera y no se animó a ser protagonista.
En ese pozo de una hora, donde los dirigidos por Pellegrino fueron borrados de la cancha, Arsenal cortó circuitos de juego, anuló las pocas conexiones que podía haber entre nuestros creadores e incomodó a una defensa bien parada pero con una salida que ya roza lo bochornoso. Vélez navegó durante 60 minutos de juego en la nada misma, en la somnolencia, en el sopor, en el aburrimiento y en la falta total de todo.
Desde el banco hubo respuestas recién promediando el complemento cuando los ingresos de Caseres y Fernández, luego de 10 minutos en cancha, empezaron a hacer rodar los engranajes de un nuevo dibujo en donde el Fortín recuperó la pelota y se adelantó 10 metros en la cancha. Los del viaducto vieron las intenciones visitantes y terminaron de replegarse cuando a falta de 5 minutos, Martínez vio la roja. Esos últimos minutos no alcanzaron a ser, ni siquiera, un espejismo, solo fue la vergüenza deportiva de un equipo que no se encuentra, que no genera riesgo, que no mete goles y que hoy sigue con chances gracias a la profunda mediocridad del futbol argentino.
Hoy Vélez sufre sus propias miserias, pero, aunque no lo crean, vuelve a tener una final en la fecha de clásicos que tan poco nos importa a nosotros, pero al fin y al cabo, son 3 puntos vitales para un Vélez desdibujado y sin luz que sigue vivo gracias al resto.
Foto: Sitio oficial Vélez Sarsfield
DESDIBUJADO
Rodrigo Javier Martínez, 14-03-2022
