Vélez me derrotó. No tengo ganas de ir a la cancha, no tengo ganas de esperanzarme, de saborear esa ilusión y esa fe que el hincha tiene antes de enfrentar cada partido, no tengo ganas de nada.
Pero me derrotó a todo nivel. Me venció a nivel deportivo y a nivel institucional. Por primera vez en 43 años no quiero ir a ver a mis amigos, a mis colores, a compartir ese momento único, casi religioso que es ir a ver a Vélez. Quiero buscar una excusa para no estar mañana sufriendo los avatares de un equipo que solo me regalo tristezas.
No me importa el folclore, no me importan los abanderados del aguante ni los apóstoles del aliento desinteresado, Vélez me agotó. Harto de este momento. Harto de ver fotos donde otros clubes tienen fiesta y telones, harto de andar viendo si puedo ir a un lugar o a otro de la cancha, harto de la incertidumbre de no saberse socio porque te ponen vallas o limitantes, harto de la propia grieta, harto de ver publicaciones de artistas con “caracterizados”, harto de verme en los policiales y al mismo tiempo en el fondo de la tabla. Harto de todo lo que rodea a Vélez. Harto que me pelotudeen.
Y como me duele este momento. Porque no es solo hartarse de una comisión, es también perder esa empatía con el jugador. Saber que pase lo que pase, vas a salir defraudado. Como siempre dije: algunas pequeñas alegrías y muchas tristezas, y cuando pensas, o deseas, que te pueden regalar un mimo, te la pegas de frente. Porque este equipo no tiene aura, no tiene fuego sagrado, no tiene nada. Y me destruye no poder tener esa sensación de poder compartir ese sentimiento efímero y real de pertenencia con el jugador que defiende nuestros colores, solo siento que son un grupo de tipos que están ahí por estar.
Ayer en la Boca pudimos ganar, pudimos ser felices al menos por 48hs y disfrutar de un mimo que pueda tapar algo del bosque, pero no, perdimos, como siempre, como es habitual. ¿Por qué acostumbrarme a esto? Más de lo mismo siempre, harto.
Foto: Sitio Oficial Vélez Sarsfield.