Cerré la reseña anterior pidiendo por el milagro de dos alegrías seguidas. Obviamente, no se dio.
Y no se da porque Vélez es un equipo apático, un equipo que camina, constantemente, esa delgada línea entre la desolación y la desesperación. Es un equipo que nos acostumbró a no darnos paz, incluso en las escasas victorias. No existe el aura ni ningún tipo de comunión con el hincha. Es un equipo que da poco, espera mucho y, por encima de todo, siempre te va a decepcionar. Ya ni siquiera creo en camas o traiciones. Simplemente es un equipo sin alma.
Es el primer año de mi vida de cancha que deseo solo una cosa: que termine esta pesadilla. No lo digo por el Mundial, ni por estar últimos. Tampoco lo digo por no entrar a ninguna Copa o por el temor a volver a mirar la tabla del promedio. Lo digo desde lo más profundo de mi corazón, no soporto más a Vélez y tiene que existir algún culpable de esto.
Este equipo lleno de nada, sostenido por algunos niños de inferiores y el aliento de su gente, nos llevó a avergonzarnos de nosotros mismos, a no querer que llegue un partido. Este equipo logró que perdamos ese fuego sagrado.
¿Pero es culpa del lateral izquierdo que expone al central? ¿Es culpa del centra que en dos procesos distintos nunca jugó más de dos puntos? ¿Es culpa del arquero líder? ¿Es culpa del volante ignoto que se dice mixto y no se sabe de que juega? ¿Es culpa de la apuesta del Nacional B? ¿Es culpa del extremo que vino a no jugar? Quizás sí, pero no son los únicos victimarios en todo esto.
Esta CD es la principal culpable de este infierno que vivimos. Es culpable de vaciar el club. Es culpable de alejarse del socio con una soberbia inusitada. Es culpable de humillarnos continuamente. Es culpable de sus propias torpesas y de una inoperancia que prometieron no mostrar. Pero saben que es lo peor de todo, son los culpables de nuestra tristeza y de eso no se vuelve. Nunca mas.
Foto: Sitio Oficial Vélez Sarsfield