Algunos dicen que los oasis en medios de un desierto pueden ser espejismos consecuencia de un fenómeno derivado de efectos de luz y cambios de temperaturas en el suelo. Otros piensan que un espejismo es causa de la flaqueza de un perdido, de la traición de una mente agotada y desesperada. Pero lo cierto es que un oasis no tiene porque ser un espejismo como bien cree el inconsciente popular, sino que suele ser un paraje de densa vegetación en zonas desérticas y áridas. Esta vegetación crece porque existe un espejo de agua que da vida a frondosos arboles y exóticas plantas. Inclusive en los países árabes son habitados siendo el hogar de poderosos jeques.
Vélez es todo eso, este partido contra Banfield fue todo eso.
Un espejismo, causado de la desesperación de su gente, por retornar a la senda de la victoria.
Un oasis, tres puntos, entre tanta miseria, para alimentar un poco de esperanza en un desierto inmenso de angustia.
El comienzo no fue alentador. Amor demostró, una vez más, que de los errores se aprende, pero en la repetición se duda de sus habilidades. Bertolo cambio por gol un penal obsceno y bien cobrado. A partir de ahí, y durante 10 minutos, firmé la mínima. Cazares era una flecha y la defensa sucumbía ante cada puntada del local. Pero a los 24 ocurrió el primer milagro. A la distancia vimos el primer reflejo de agua, vimos la primera palmera en la lejanía. Delgadillo, de excelente actuación, cortó para adentro para finalizar una corrida heroica y asistió a Asad, quien acomodó el cuerpo y con una comba perfecta alejó la pelota lejos del arquero y la clavó en el angulo. El hijo del Turco mostraba, finalmente, su valía. El empate envalentonó a los pibes y liderados por un Delgadillo corajudo, un Asad inteligente, un doble cinco peleador y un Pellerano firme, Vélez emparejó un trámite complejo y sobre el final de la primera mitad Grillo agarró la lanza para patear al arco mal, aunque el tiro lo interceptó Pavone y con su sello definió cruzado para la ventaja parcial. Nos refrescábamos las heridas en el agua del oasis.
El segundo tiempo fue una continuidad del final del primero. Vélez estaba firme pero la vehemencia de nuestro Capitán, que contagiaba a lo más jóvenes para seguir peleando, fue castigada con una nueva expulsión a la media hora del complemento y el oasis se transformaba en espejismo, en uno cruel y siniestro. Pero Russo acertó. Compagnucci luchó y emparejó. Se sufrió hasta el final pero sobre el final el espejismo fue oasis y hasta quizás una ilusión. El recién ingresado Doffo recibió la descarga de Pavone en una contra para jugar sobre la raya y tirar un centro que el tanque llevó a la red con un taco a lo Crespo.
Dudé. Fui un hombre de poca fe y pensé que al final del horizonte solo había desierto, pero encontramos nuestro oasis, un poco de paz entre tanta desesperanzas.
Esperemos que el oasis, el próximo domingo, no se transforme en espejismo y podamos festejar de la mano de la señora de la balanza, de esa que suelen llamar justicia y, hace tiempo, nos viene esquivando.
OASIS
Rodrigo Javier Martínez, 29-05-2015
